Según explica Natalia Muñoz, una de las integrantes del grupo: “el vino (de la fresa) se elaboró a partir de frutos frescos. Luego se formuló y se preparó el mosto con la pulpa, el agua y la levadura para llegar al proceso de fermentación”.
Este último proceso se efectúa mediante el uso de la misma levadura que se usa para preparar panes. Esta, llevada a condiciones de anaerobiosis, es decir, sin oxigeno, transforma el azúcar, tanto de la fruta como de los demás ingredientes, en alcohol etílico. Así, se obtiene una bebida semiseca o con un porcentaje de dulzura de 16 grados brix (porcentaje de sacarosa en un líquido).
Este tipo de vino se elabora con los mismos modelos de desarrollo tradicionales, pero es una forma de aprovechar recursos que se desechan sin ningún uso productivo. Las estudiantes destacaron que obtuvieron litro y medio de vino a partir de 1.200 gramos de fresa, lo que demuestra que no hay una pérdida muy grande entre fruta y producto final.
Asimismo, Juliana Grisales resalta que si se desarrollan ese tipo de productos, que tienen buen rendimiento y no requieren refrigeración ni conservación, se haría un aporte positivo en el aspecto medioambiental.
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